Por Edwin Botero Correa
Ser persona es un hecho dado,
simple e incuestionable, por el sólo acto de nacer. Ser Persona es el primer y fundamental criterio sobre el cual se
funda nuestra Dignidad.
La palabra “Persona” procede del vocablo Griego “prósopon”, que era la máscara utilizada por los actores en el
teatro antiguo para representar el personaje
al que interpretaban, y que hacía resonar su voz, amplificándola. En el mundo
del imperio romano, el vocablo equivalente en Latín era la voz “personare”.
Pero la idea de Persona y la de su Dignidad
inviolable es patrimonio y contribución del Cristianismo: el primer Concilio de Nicea
la definió filosófica y teológicamente, primero para designar la “esencia”,
“substancia” o “naturaleza” del Dios Uno y Trino, de las Personas Divinas y de
su relación, y luego para referirse al hombre, a la Persona Humana, creada a imagen y semejanza de Dios.
Esta noción está íntimamente relacionada con la expresión “Per Se”, que en principio designa una realidad que es valiosa “por
sí misma”. Con el tiempo -por efecto de la influencia del pensamiento de Kant-, se le asoció con la idea de los auto proclamados filósofos de “La Ilustración”- que hoy se entiende como autonomía
personal.
En resumen: la Persona se proyecta a sí misma a través de su personalidad individual, única e
irrepetible, y es la que está llamada a desarrollarse -a través de la Educación y de
su Trabajo Profesional, de su
profesión u oficio- hasta alcanzar la madurez y su auténtica estatura
humana. Es decir, hasta hacerse capaz, por sí misma, de reconocer, de valorar y de
expresar completamente su Dignidad Personal, como corresponde a su esencia y a su ser.
De modo, pues, que el hecho de ser personas nos hace dignos.
Pero la Dignidad no es un accesorio ni una característica pasiva, sino el don que
refleja nuestra hechura a imagen y semejanza de Dios. Nos corresponde expresarla
conduciéndonos y actuando de acuerdo con dicha imagen y, por lo tanto,
desplegar nuestros talentos conforme a la única y auténtica estatura humana a la que estamos llamados.
No venimos de menos a más, como lo propone el evolucionismo. El hombre no es “un ser que evoluciona”,
sino en camino de recuperar la altura propia con la que ha sido dotado desde el
principio por El Creador. En eso consiste Ser Persona, y obrar conforme a Su Dignidad
inviolable.
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